domingo, 23 de agosto de 2020

Cómo comenzar una narración


Este es un trozo de uno de mis libros (un poco atrevido, es verdad, pues pretende dar ideas acerca de cómo se escribe, eso tan particular), en el que se habla de las maneras de comenzar un libro, el primer párrafo, que es importante porque como no esté todo lo bien que al lector le gustaría... no sigue.
Bueno, el trozo en cuestión comienza así:

Formas de comenzar una novela
El comienzo de una narración, los primeros párrafos, la primera página, son especialmente significativos a la hora de llamar la atención del lector. Si este lee unas líneas —y va a ser lo primero que haga— y no le gustan, no encienden la lucecita que todos tenemos en el cerebro, resultará difícil que se interese en lo que sigue.
Hay infinidad de maneras de comenzar una relación de hechos. Por ejemplo, si quieres que tu novela sea una novela kleenex, comienza de la siguiente manera:

Suena el despertador. La chica se levanta de la cama, y sin pensar en nada se mete en la ducha.
(Luego, una vez duchada, se puede hablar de la ropa que se pone, o incluso de la marca del maquillaje…, ja ja.)

Lo anterior es una broma, pero hay multitud de narraciones (del género rosa sobre todo, aunque también de otros géneros) que comienzan con esta retahíla u otra muy parecida.

[Al margen: Estos libros suelen ser fruto de negros que trabajan para empresas dedicadas a colocar en el mercado novelas casi idénticas a un ritmo acelerado; una cada quince días y a veces una por semana (o más)].

Dejándonos de comentarios, más si son risibles, podríamos establecer dos categorías en esto de los comienzos de un libro: la forma brusca y la forma reposada.
Formas bruscas hay muchas, como la que supondría comenzar narrando una estampida de bisontes que se lleva un campamento por delante. El polvo que se arremolina sobre la llanura, la gente que grita y huye, los carros que se vuelcan…

Ejemplos de inicio de una novela
Ejemplo de comienzo catastrófico

El tren sale del túnel. Ante él se presenta el larguísimo puente de hierro que ha de recorrer. Mientras los pasajeros duermen ajenos al peligro, la resoplante locomotora avanza imparable sobre los raíles…, pero he aquí que una mano asesina ha dispuesto las cosas de otra manera. En mitad del recorrido, cuando el convoy se cierne sobre la parte más alta de la estructura, la vía férrea, suelta de sus soportes, cede ante el peso y la enorme máquina se precipita hacia el abismo arrastrando buena parte de los vagones. […]

Este es el patrón que se podría llamar de catástrofe ferroviaria o catástrofe a secas, que en sus diversas variantes (guerra nuclear, terremoto, incendio de una ciudad, etc.), es muy utilizado para llamar la atención del lector.

Comenzar de manera apacible es la alternativa, modo que suele adoptar formas descriptivas, por lo general de escenarios, es decir, paisajes, a veces con énfasis en la meteorología. En este caso las oraciones serán más largas, como en,

En la tarde del 2 de octubre de 1823 un anciano bajaba con paso tan precipitado como inseguro por las afueras de la puerta de Toledo en dirección al puente del mismo nombre. Llovía menudamente, pero sin cesar, según la usanza del hermoso cielo de Madrid cuando se enturbia, y la ronda podía competir en lodos con su vecino Manzanares, el cual, hinchándose como la madera cuando se moja, extendía su saliva fangosa por gran parte del cauce que le permiten los inviernos.

(Este es el comienzo de uno de los libros clave de la literatura española: uno de los Episodios Nacionales, el que se llama El terror de 1824, de don Benito Pérez-Galdós.)

O bien (parecido al anterior):
Una gélida y lluviosa tarde de noviembre de no hace muchos años, envuelta en una gabardina y protegida por un paraguas de colores, entre las parpadeantes luces de los escaparates, la gente que se cruza y el rumor de los coches, con decisión desciende una figura por la madrileña calle del Marqués de Urquijo. Es una mujer a la que no estorba la lluvia, casi ni la advierte, pues tiene otros planes. Cruza las bocacalles sin prestar atención y algún coche toca la bocina. Ella va contenta y ríe, y mientras camina, que incluso parece hacerlo a saltitos, por dentro tararea una canción…

Paisaje a secas
No hay necesidad de hacer intervenir a nadie, sino que se puede comenzar por un simple panorama, como en,

Este libro no comienza con una catástrofe ferroviaria, sino en el mayor de los sosiegos. Comienza en el campo, que no es mal lugar para hacerlo, durante el final de un verano que transcurre en una llanura cerealista.
Aquí y allá hay eras, peñas, grupos de árboles, álamos, pinos, y no se ve ni una tapia ni un poste de la luz. En el horizonte, entre la neblina de la tarde templada, se vislumbran unas montañas difusas, pero están muy lejos.
El cielo es azul por entero, de un color profundo en el cenit, y el vientecillo que llega desde la izquierda mece las hierbas, casi todas pajizas Es un viento del este que a pocos estorba […]

Paisaje con personajes
También se puede hacer transitar a los personajes por la pantalla que hace las veces de percepción del lector:

Por la linde del bosque, evitando las cenagosas orillas del lago, transita lejano un grupo de seres peludos y encorvados. Su caminar es torpe e inseguro, pero a veces algo llama su atención, pues se detienen, y tan pronto hozan el suelo levantando polvo como dirigen su mirada hacia lo alto mientras gruñen sordamente, gruñidos que se convierten en chasqueados aullidos que obligan a levantar el vuelo a grupos de pájaros negros. Los pájaros revolotean caprichosamente sobre las copas de los árboles antes de volver a sus refugios, y los personajes que observamos, excitados por la búsqueda del almuerzo, brincan y dan volatines sin ton ni son, aunque en seguida, sin cesar en el guirigay, retoman la andadura que ni ellos saben adónde los conduce.

Una forma más de comenzar, igualmente descriptiva.
Descripción, pero no del paisaje sino del ambiente, aderezado en este caso con cierta dosis de fantasía.

Yo nací en el centro del mundo, aquel lugar único en donde se cruzaban dos importantes caminos. Las gentes transitaban apresuradas por ellos, pues los tiempos iniciales de mi infancia se caracterizaron por lo difícil, rodeados como estábamos por emboscadas partidas de malhechores que venían del sur, pero en nuestra ciudad amurallada todos se detenían puesto que era una plaza grande y capaz, fonda de largas caravanas de animales de carga que recorrían la frontera y lugar a propósito para abrigarse de los albures y abastecerse de lo necesario antes de reanudar el largo y peligroso viaje.


Y así sigue y sigue...
El libro en cuestión es este:




que se puede ver aquí: https://www.amazon.es/dp/B07YN4GNNL


Los grandes aficionados a la cocina pueden mirar en ESTE SITIO.
Los amantes de las fotos pueden hacerlo AQUÍ (en donde hay paisajes que casi nadie ha visto)...

y si te quedas con ganas, AQUÍ hay más.

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